La cuchara de pan

Veo con tristeza a personas de Extremadura que tienen que dejar sus pueblos y sus casas, ya que sus vidas corren peligro, sobre todo mayores, algunos con patologías, esto sucede cuando el fuego los acorrala. Por desgracia los incendios van a continuar, porque siempre habrá algún ‘desalmao’ ‘armao’ con un mechero, tormenta, negligencia o maquinaria.

En mi pueblo son numerosos los terrenos pequeños, suertes, parcelas, huertos o sortines que rodean la villa. A estos campos de labranza se les denomina «La Campana», creo que a estos terrenos se les llama así porque, mientras que los campesinos hacían las labores agrícolas, escuchaban las campanas del pueblo.

Hace una parva de años era normal que los trabajadores de estos terrenos, para aprovechar más la jornada, comiesen en el campo y éramos nosotros, los zagales o esposas, los que les llevábamos al mediodía la comida al tajo a La Campana, casi siempre un puchero con garbanzos, papas o arroz y un solo plato, y allí en el corte comíamos con el familiar, padre, tío o abuelo; pero sucedía que, a veces, se olvidaban las cucharas en casa, entonces el familiar, con la corteza del pan hacía dos cucharas y, lógicamente, cuando dabas varias cucharadas estas se derretían en el plato de gabrieles y había que hacer otras entre grandes risotadas, pero el plato quedaba limpio como los campos que rodeaban al pueblo, limpios, en caso de incendio las llamas y humos se quedaban a larga distancia de la población.

Creo que muchos pueblos deberían tener esa Campana, esa bufanda alrededor para que estuvieran protegidos de los incendios, ya que estos volverán desgraciadamente. No estaría mal volver a comer con aquellas cucharas de usar y comer, aquellas inolvidables y entrañables cucharas de pan.

Ildefonso Matamoros Cuecas
«El Perigallo»